Cambios inusuales en el comportamiento de hijos o familiares siempre son sinónimo de preocupación, ante la sospecha de que la causa que motiva dicho comportamiento pueda estar relacionada con prácticas perjudiciales para su salud e, incluso, con actividades delictivas.
Con frecuencia, los integrantes de la familia que presentan conductas anómalas suelen negar que exista algún tipo de problema, generando distanciamiento con las personas de su entorno afectadas que tratan de velar por su bienestar. Esta es una situación a atajar con la máxima rapidez, pues el conocimiento a tiempo de sus causas es esencial para tratar de reconducir a la persona perjudicada, antes de que el grado de afectación sea tan profundo que su corrección se torne en un tortuoso camino que, en muchas ocasiones, llega a dinamitar la convivencia familiar afectando tanto a nivel emocional como social y económico.
En consecuencia, el núcleo familiar puede verse alterado ante el comportamiento irracional y errático de alguno de los componentes de la familia. Muchos son los motivos que pueden provocar una alteración en los hábitos o en la actitud de un hijo o familiar. Entre los más habituales se encuentran:
Los signos que deben poner en alerta a una familia son distintos dependiendo de si se trata de un menor o de una persona adulta, siendo así que las indagaciones a practicar variarán en función de la posible causa que provoque el cambio de comportamiento. Identificar los patrones de comportamiento sospechoso ayudará a determinar sus causas y enfocar la investigación en la línea adecuada.
En el caso de menores, la adolescencia representa la fase de mayor vulnerabilidad en la evolución de un individuo, en la que surge la necesidad de aceptación y pertenencia a un grupo social en un afán de consolidar una identidad propia y autodeterminada lejos de la influencia familiar.
Esta necesidad de adaptación social, provoca que adolescentes sin una personalidad definida aún o con ganas de destacar sucumban ante estímulos u ofrecimientos provenientes de su círculo de amistades, con quienes existe una competencia constante para demostrar la valía que eleve su estatus por encima del resto. Si bien esta etapa suele ser transitoria en la mayoría de jóvenes, en otros puede suponer un problema de mayor calado que condicione de manera inevitable el porvenir de su evolución y desarrollo, determinantes en la configuración de la personalidad de cada individuo.
Esta serie de estímulos a los que los adolescentes se ven abocados a responder con un “sí”, ya que la negativa es considerada como signo de debilidad a esas edades, supone, en incontables ocasiones, que jóvenes decidan experimentar con todo tipo de sustancias mediante la ingesta de alcohol o consumo de drogas que pueden desembocar en un peligroso hábito de nefastas consecuencias. Es posible también que incluso lleguen a coquetear con la venta de estupefacientes bajo el propósito de financiar su propio consumo o de obtener ingresos rápidos, hecho que está penalmente perseguido.
Es por ello que es de suma importancia detectar a tiempo esta clase de actividades, en aras de la protección del menor, de modo que los progenitores puedan adoptar las medidas oportunas para cortar de raíz todo tipo de actos nocivos que puedan estar llevando a cabo sus hijos.
Por otro lado, en el caso de familiares o hijos mayores de edad, la casuística puede abarcar desde problemas de adicción, en cualquiera de sus vertientes (juego, estupefacientes, prostitución, etc.) hasta uso indebido de fondos para satisfacer caprichos personales que dilapiden el patrimonio propio y familiar.
En casos más extremos, donde uno de los miembros se encuentra inmerso en entornos peligrosos, se ha podido constatar la pertenencia a sectas, o como víctimas de estafas o extorsión.
Siendo así que sus consecuencias no sólo afectan al individuo que realiza estas prácticas sino a todos los miembros de la familia, causando una enorme inestabilidad familiar, preocupación desmedida, cuadros de ansiedad, sentimientos de culpabilidad, pérdidas económicas…
En cualquier de los escenarios descritos, es necesario y legítimo averiguar qué se esconde detrás de esos comportamientos extraños e investigar, en su caso, el destino de los recursos económicos del hogar.
Desde nuestra agencia de investigación Centinela, en calidad de detectives privados en Madrid expertos en cambios conductuales, ofrecemos asesoramiento a familias o particulares que desconocen cómo actuar y qué medidas tomar ante situaciones en las que impera el desconocimiento más absoluto en torno a la vida y circunstancias de un miembro de la familia cuyo comportamiento levanta suspicacias y un sentimiento de temor y desconfianza.
Analizado el caso concreto, en el que se valoran aspectos como edad del sujeto, entorno familiar, escolar o laboral, actividades, hábitos y horarios, se procede a verificar mediante una labor de seguimiento si en sus quehaceres diarios existe algún tipo de comportamiento anómalo o práctica oculta que ayuden a conocer la realidad y abordar el problema en consecuencia de la mejor manera posible.
Si quieres saber con quien se junta tu hijo y que hace cuando sale de casa porque el desconocimiento genera preocupación.
Ofrecemos nuestros servicios de investigación de menores y miembros de la familia como detectives privados en Madrid y en todo el territorio nacional, los cuales están orientados a arrojar luz sobre la rutina de la persona investigada, recopilando las pruebas necesarias para que los progenitores o familiares puedan tomar medidas al respecto y reconducir la situación.
Sólo conociendo la naturaleza del problema se podrá actuar de la manera más adecuada para solucionarlo. En Centinela detectives te ayudamos a dar respuesta a esta problemática, ejecutando siempre las investigaciones con la prudencia y diligencia que nos caracteriza.
Además del conflicto que generan estas situaciones a nivel familiar, nuestro ordenamiento jurídico contempla una serie de derechos y obligaciones para los padres que ejercen la patria potestad. Entre las obligaciones, recogidas en el artículo 154 del Código Civil, se encuentra la de velar por los hijos, lo que supone que en caso de que no se cumpla esta obligación, sin que se aprecie que se ha empleado el deber de diligencia debida, y el hijo menor cometa cualquier acto que cause un perjuicio a un tercero, sus padres podrán responder de la indemnización que corresponda al perjudicado.
La responsabilidad civil de los progenitores por daños causados por los hijos menores de edad presenta una doble regulación en España. En el orden penal, se recoge en el artículo 61.3 de la Ley Orgánica 5/2000, de 12 de enero, de Responsabilidad Penal del Menor, y en el orden civil, está regulado en el artículo 1903 del Código Civil.
Por ello, los conflictos que se pudieran derivar de la regulación legal expuesta generan una problemática susceptible de investigación, a los efectos de poder dar cumplimiento a las obligaciones jurídicas derivadas del ejercicio de la patria potestad.
Nuestro equipo integrado por profesionales en materia de familia te asesorará para resolver tu caso con el máximo celo y discreción. Contacta con nosotros y te haremos un presupuesto a medida para ayudarte a conocer la verdad sobre el cambio de comportamiento de tus hijos o familiares.